ENAMORADO DE LA ESCRITORA…

Sal con alguien que derrocha todo su dinero en libros y no en ropa y que tenga problemas de espacio en su guardarropa porque ha adquirido demasiados. Invita a salir a una mujer que tenga un repertorio de libros por leer y que desde los 10 años haya tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca. Encuentra una mujer que lee. Entenderás que es una ávida lectora porque en su equipaje siempre acarreará un libro que aún no ha empezado a leer. Es ese tipo de mujer que siempre ve enamoradamente las estanterías de las liberarías; la que grita en silencio cuando encuentra el libro que tanto anhelaba. ¿Ves a esa mujer un tanto extraña oliendo las hojas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Ésa, es la lectora. Jamás logra resistirse a oler las hojas de un libro, y aún más si están amarillas. Es la mujer que esta sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras aguarda. Si le echas un vistazo a su taza de café, la crema deslactosada ha logrado una contextura un tanto natosa y flota sobre el café porque ella está atónita en la lectura, extraviada en el universo que el autor ha creado. Procura de sentarte a su lado. Es probable que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras detestan ser interrumpidas. Pregúntale si le ha cautivado el libro que tiene entre sus manos. Invítala a otra taza de café y dile que piensa de Verasani. Indaga si fue capaz de finalizar el primer capítulo de Rayuela y sé prudente de que sí te manifiesta que entendió La Odisea de Homero lo hace sólo para parecer perspicaz. Pregúntale si le gusta Alicia o si amaría ser como ella.
Es fácil salir con una mujer que lee. Obsequiale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en sonetos u odas o en canción. Dale a Cortázar, a Benedetti, a Sexton, a Borges y hazle saber que comprendes que las palabras son amor. Entiende que ella es consciente de la disimilitud entre realidad y fábula, pero que de todas maneras va a buscar que su vida se parezca a su libro predilecto. No será culpa tuya si lo hace. Por lo menos tiene que tratarlo. Miéntele, si sabe de sintaxis también comprenderá tu menester de mentirle. Fallale, la lectora entiende que el fracaso encamina al clímax y que todo tiene un fin, pero también deduce que siempre existe la probabilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se pueda volver a empezar una y otra vez y aún así continuar siendo el héroe. Asimismo es sensata de que durante la vida habrá que tropezar con uno o dos villanos.
Si te llegas a tropezar con una mujer que lee, mantenla cerca, y cuando a las 2 de la mañana la descubras llorando y estrechando un libro sobre su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es posible que la pierdas durante un par de horas, pero siempre va a volver a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran verídicos, y es que por un tiempo, siempre lo son.
Le propondrás matrimonio durante un recorrido en globo o en medio de un concierto de reggae, o quizá formularás la pregunta por absoluto accidente la próxima vez que se enferme, puede que hasta sea por Skype. Escribirá la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres raros y gustos aún más extraños. Ella les leerá a tus hijos The Little Red Riding Hood y Aslan, e inclusive puede que lo haga el mismo día que nazcan. Deambularán juntos los caminos de la vejez y ella declamará los poemas de Neruda en un susurro mientras tu remueves la nieve de tus botas.
Sal con una mujer que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de entregarte la vida más colorida que puedas imaginar. Sí solo tienes para proveerle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te será mejor estar solo. Pero si anhelas el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir una mujer que lea. O mejor aún, a una que escriba.